Incluyo un enlace a un artículo muy interesante de la revista Wired, que explica como el fenómeno del “estante infinito” (“infinite shelf space”) que proveen los comerciantes en línea está revolucionando la forma en que la gente consume su entretenimiento.

La idea básica es que los consumidores en línea están siendo guiados por recomendaciones de otros consumidores (publicidad viral) y están siendo alentados por la disponibilidad absoluta de cualquier producto en cualquier momento (el “estante infinito” o selección ilimitada). El resultado es el siguiente (traducido del artículo):

La selección ilimitada está revelando verdades acerca de lo que los consumidores quieren y cómo quieren obtenerlo, de DVDs en Netflix a vídeos musicales en Yahoo! Launch a canciones en la tienda iTunes y Rhapsody. La gente se está yendo bien al fondo del catálogo y excavando la larga lista de títulos disponibles, mucho más allá de lo que hay disponible en Blockbuster Video, Tower Records y Barnes y Noble. A medida que se adentran más y más en el catálogo descubren que sus gustos no son tan comunes (“mainstream”) como ellos pensaban (o como la publicidad, la falta de alternativas, y una cultura basada en “hits” les había hecho creer).

Me parece que esta aseveración da en el blanco, y lo digo por experiencia propia. La disponibilidad casi ilimitada de títulos en Netflix (del cual soy miembro hace dos años) me ha llevado a convertirme en un “aficionado” de las películas de terror y de bajo presupuesto. Cada vez me aburren más los estrenos de Hollywood y como resultado voy menos al cine, no veo CableTV “premium” (HBO, Showtime) y hace dos años que no entro a Blockbuster.

Recuerdo que en los noventa existía un canal de CableTV local llamado “The Box”, donde la gente llamaba por teléfono y (pagando) seleccionaba de entre una lista de vídeos musicales disponibles; básicamente una vellonera por televisión. Además de ofrecer vídeos de todas las bandas y artistas famosos de la época, también ofrecían vídeos oscuros y de artistas desconocidos. Recuerdo que por cada cuatro o cinco vídeos disponibles de artistas como Guns n’ Roses había uno o dos vídeos de bandas como Gwar y the Ramones. Lo impresionante de esto era que los vídeos de los desconocidos eran pedidos por el público tan frecuentemente como los famosos, y recuerdo pensar en aquel momento: “esto es como si MTV o las estaciones de radio de veras tocaran lo que la gente quiere escuchar”.

Creo que algo similar estamos viendo ahora con la Internet, y que podemos estar presenciando otro de esos cambios sutiles que nadie detecta y que de la noche a la mañana destruyen industrias completas y crean otras nuevas. Aunque la más obvia es la industria disquera, lo mismo puede pasar con toda la industria del entretenimiento.

Link: http://www.wired.com/wired/archive/12.10/tail.html