Pareja mirando la puesta del sol

Para aquellos que vieron el último artículo y no entiendieron de qué se trataba: durante la semana pasada mi esposa y yo tuvimos la grata noticia de que nos íbamos a convertir en padres. En enero de este año Mariela había dejado de tomar medicamentos anticonceptivos para comenzar activamente a buscar un embarazo. Ambos sabíamos que el proceso de quedar en cinta luego de dejar la pastilla puede tardar meses o años, como muchas parejas conocen por experiencia. Es por esto que nos sorprendió tanto que ocurriera tan pronto. De más está decir que estábamos absolutamente felices, incluyendo, por supuesto, nuestra familia cercana. Al momento de conocer la noticia calculábamos que el embarazo era bien reciente; dos o tres semanas máximo.

Desafortunadamente durante el fin de semana ocurrieron complicaciones que resultaron en un aborto espontáneo. Luego de una larga odisea el domingo en el hospital, supimos que el embarazo había terminado, lo que nos entristeció mucho, como se pueden imaginar. Muchos familiares y compañeros se comunicaron con nosotros y nos dieron palabras de aliento y de amor. A todos les damos las gracias. Ya podemos decir que ambos nos sentimos tranquilos y entendemos que fue mejor que ocurriera en una momento tan temprano del embarazo, cuando todavía (en cierto modo) no habíamos comenzado a experimentar la cantidad de emociones y sensaciones de este proceso.

Hablando luego sobre este tema con varias personas, me sorprendió lo común que es esta situación, especialmente en madres primerizas. Muchas personas me contaron sobre experiencias similares, y esto concuerda con el hecho de que hasta el cincuenta por ciento de los embarazos puede terminar prematuramente, sólo que muchas veces esto ocurre antes que la mujer se dé cuenta que está embarazada. Ahora sabemos que nos debemos preparar para la posibilidad de una larga espera para tener un hijo, aunque no perdemos la esperanza de que sea pronto.

Como nota adicional, debo mencionar lo terrible que fue nuestra experiencia el domingo en el Hospital Hermanos Meléndez en Bayamón. Ese día llegamos a las ocho de la mañana al hospital, y no fue hasta las doce del mediodía que le realizaron las pruebas a Mariela. Luego de terminada la prueba nos informaron que los resultados tardarían aproximadamente tres horas, así que nos preparamos mentalmente para esperar todo ese tiempo por los resultados. Dieron las cuatro, las cinco y a las seis de la tarde, cuando fuimos a averiguar qué pasaba nos informaron que habían extraviado los resultados. Luego de un tiempo (y varias peleas con el personal) encontraron los resultados, pero para esa hora de la noche ya se había marchado el radiólogo y no había nadie en el hospital que pudiera leer el sonograma. No fue hasta que amenazamos con marcharnos que el personal comenzó a reaccionar, ya que el hospital puede verse en problemas si un paciente que ya atendieron se marcha porque no le han dado un diagnóstico. Finalmente el doctor de turno en la sala de emergencias terminó haciendo la lectura del sonograma y dándonos un resultado “provisional” ya que esa no era su área de especialidad. Esto fue a las once de la noche. De más está decir que no volveremos a este hospital en el futuro.