La Primera Semana de Padres
March 06, 2006
He pasado una semana en la que se me ha hecho físicamente imposible escribir en este blog. La criatura llamada Paula Zoé ha consumido toda nuestra atención y ha reducido sustancialmente nuestras horas de sueño continuo. Al menos vamos superando poco a poco nuestros miedos iniciales de padres primerizos. Miedo, sí, porque cuando llegas a la casa por primera vez y te quedas solo con la niña finalmente te das cuenta de la responsabilidad absolutamente monumental que tienes en tus manos: una vida totalmente delicada e indefensa, que depende por completo de tu cuidado y amor para subsistir. Una vez internalizas esto empiezas a sudar y piensas “¿¡OMFG, y qué hago ahora…!?”
Afortunadamente esto que le llaman el “instinto de padre” (ese que te hace llegar a la cuna en menos de dos segundos ante el más mínimo ruido de la bebé, no importa cuán lejos estés) se activa desde el primer día, y funciona casi de manera involuntaria, como la adrenalina que produce tu cuerpo ante un peligro inminente. Como me explicó un compañero de trabajo: “nunca te hubieras imaginado que tendrías la capacidad de volar”.
Lo más difícil hasta ahora ha sido la lactancia y el sueño, que en estas primeras etapas están íntimamente relacionados. Desde hace tiempo habíamos tomado la decisión de alimentar a Paula exclusivamente con leche materna, y sabíamos de antemano que sería un proceso difícil. Por un lado está el proceso que la madre tiene que pasar para que su cuerpo poco a poco vaya produciendo la leche necesaria, hasta poder producir cantidades suficientes sin pasar demasiado trabajo. Esto no es fácil, y para mamá puede ser doloroso tanto física como emocionalmente.
Por otro lado ambas tienen que ajustarse a un horario regular de sueño y alimentación. Ahora mismo mi esposa alimenta a Paula de sus senos cada dos a tres horas, 24 horas al día sin fallar, y no se le da nada de fórmula. Esto significa que cuando Paula duerme, mi esposa duerme. Y yo también, pues debo estar ahí para ayudarlas en todo lo que pueda. Ya vemos por qué muchas mamás no duran los seis meses de lactancia que recomiendan los doctores. Llegar a un ritmo como éste no fue fácil y continúa siendo difícil. Las dos primeras noches literalmente no dormimos tratando de calmar a la niña. Ya para la tercera noche pudimos hacer que durmiera con una mecedora (¡Gracias, Fisher-Price!), y para la cuarta ya estaba durmiendo luego de comer.
Pero no importa cuán cansados podamos estar, sólo una mirada a esa carita angelical nos da las energías para continuar.